Hola, ¿cómo están? Sean bienvenidos a este blog, donde la estrella principal es el debraye.
En esta ocasión no hay actualizaciones tecnológicas que comentar (bueno, de hecho si las hay, pero no me he dado el tiempo de escribir sobre ellas X_x), decidí que la entrada de este mes iba a estar dedicada a todo y a la vez a nada. Es decir, esta es una entrada completamente escrita "al vuelo", donde no tengo idea de donde irá a parar el asunto.
Debo aclarar que esta es otra entrada rescatada del archivo "Borradores" del blog. Tal y como la entrada anterior, no recuerdo porqué motivo quedó esta entrada enlatada, sin embargo, ya está aquí para que usted, amable lector, pueda gozarla y disfrutarla plenamente n_n.
Este mes me pareció que era una buena idea hacer un poco de limpieza en un apartado que resulta un tanto delicado. En una época fui un "descargador compulsivo". A qué me refiero con ese adjetivo tan raro que me acabo de sacar de la manga, se preguntará usted amable lector. Pues bien, en mi juventud fui ajeno a la mayoría de los vicios que suelen considerarse propios de esa edad, como son el alcohol y el tabaco, pero los sustituí con el vicio a coleccionar contenido digital descargado de internet.
En aquella época (mediados de la década de 2000) tuve la suerte de estar en una especie de bonanza de ancho de banda y de ofertas de contenido que me permitieron dar rienda suelta a ese vicio. Los servicios de intercambio de archivos como eD2K tenían una afluencia de usuarios considerable, así que había una amplia gama de contenidos. Empezaban a tomar fuerza los filehosters, lo que facilitaba aún más la labor de búsqueda y descarga de archivos. Además tenía acceso a internet desde casa, desde el trabajo y desde la escuela. Las computadoras de casa y del trabajo se quedaban descargando las 24 horas del día, mientras que en la escuela se hizo una especie de club, en el que se armó (de forma casi inconsciente) un clúster de terminales dedicadas a la descarga de anime y videojuegos, operados por los alumnos de Trabajo Terminal. Debo mencionar que yo no formaba parte de los "operarios" de dicho clúster, sin embargo mi amigo MaxClowReed si lo era, así que tuve acceso a muchos de los beneficios de esa asociación tan peculiar.
Creo que vale la pena narrar un poco cómo era que operaba el clúster, ya que era un tipo de organización que valdría la pena adaptar a otros ámbitos. Antes que nada, la infraestructura constaba de unas terminales de red local cableada, con velocidades de acceso a internet bastante fluctuantes, pero que solían tener una velocidad media de descarga de 500 [kbps]. En ocasiones había picos de 2500 [kbps], sobretodo cuando el resto de la red local estaba despejada. Los equipos que funcionaban como terminales de descarga eran computadoras de escritorio Pentium III o Pentium IV, con capacidades de disco desde 20 [GB] hasta 80 [GB]. Es decir, se trataba de equipos bastante modestos y genéricos para la época. El requisito indispensable para esos equipos era contar con por lo menos una unidad grabadora de CD (en aquél entonces las grabadoras de DVD eran prácticamente inaccesibles).
El sistema se basaba en revisar las listas de descargas disponibles para distintos anime y videojuegos, ver las sinopsis y establecerles prioridad. Posteriormente se ponían en la cola de descarga todas las ligas y conforme iban siendo descargados los archivos, se iban grabando compilaciones de CDs, para dar espacio en disco a nuevas descargas. Sin embargo, la mayoría de los "operarios titulares" del clúster solían acudir a la escuela por las mañanas, por lo que en las tardes los equipos quedaban funcionando de forma desatendida. Ahí fue donde mi amigo MaxClowReed se puso las pilas y dado que era amigo de algunos de los "operarios titulares", se ofreció a mantener el clúster trabajando durante las tardes, a cambio de gozar de los beneficios que se cosecharan de esas descargas tan masivas.
Esa fue una jugada bastante acertada de mi amigo, ya que una de las terminales quedaba a su entera disposición para descargar lo que deseara, sin supervisión estricta y sin que se le cuestionase el uso que le diera al ancho de banda o al propio equipo. Así fue que pudo descargar cantidades descomunales de contenido. Y no exagero, de verdad eran épocas en que solían grabar diariamente hasta siete CDs llenos de contenido. Todo ello sin considerar el intercambio de discos que se hacía con otras personas. Era un tipo de organización donde todos salían beneficiados, ya que mientras algunos ponían los equipos, otros los mantenían funcionando para que consumieran el mayor ancho de banda posible. Si un equipo sufría alguna avería, se buscaba de forma cooperativa ponerlo en marcha a la primera oportunidad. Como la llamaba mi amigo MaxClowReed, se trataba de una organización comunal.
En las salas donde se alojaba el clúster, las actividades por la tarde solían tener un ritmo bastante relajado, además de que no había una restricción de acceso estricta, por lo que su servidor podía tener acceso a ellas mientras mi amigo MaxClowReed se encontrara presente (ya que era él quien me abría la puerta). Debido a que el monitorear descargas es un trabajo bastante tedioso, solíamos pasar el tiempo jugando Queen of Heart '99, Eternal Fighter Zero y Melty Blood. Esos eran juegos de pelea bastante buenos, que usaban un sistema de combos y movilidad muy similar al que se ha adoptado en juegos como Tatsunoko vs Capcom y Marvel vs Capcom 3. Además, Queen of Heart '99 permitía combates de hasta cuatro jugadores simultáneos, organizados en parejas. Además de ello, en ocasiones solíamos visitar el Edificio 0 de la escuela, es decir, la plaza comercial que se encuentra cruzando la calle para jugar en las máquinas de arcade. Cuando nos aburríamos de los videojuegos, siempre estaba la posibilidad de echar unas partidas de Magic The Gathering.
Y además de pasar un buen rato, también me beneficiaba de algunas de las descargas que cosechaba el clúster. Así que en esa época me hice de una cantidad descomunal de discos. Algunos de los cuales conservo sin siquiera haber visto su contenido, debido principalmente al ritmo tan vertiginoso con que se liberaba el contenido del clúster y por otra parte, mi computadora no tenía la potencia suficiente para reproducir los videos DivX de forma óptima. Quizás parezca cotorreo, pero la única forma en que podía reproducir videos de forma fluída era a través del reproductor Quickview. Se trata de un reproductor multimedia de entorno MS-DOS que gracias a que implementaba decodificadores optimizados en lenguaje ensamblador, le permitían a mi computadora (una AMD K6-2) reproducir los videos de forma fluida. Si se configuraba la computadora de forma correcta, era posible leer los archivos desde la unidad de CD e inclusive tener sonido. Sin embargo al activar el sonido, el reproductor se tornaba bastante inestable y a los pocos minutos de iniciada la reproducción la computadora se solía trabar de una forma bastante aparatosa.
Así, la gran mayoría de los anime que disfrute en esa época, fueron en formato "mudo". Incluso, varios opening y endings no los vinculo con la serie a la que pertenecen debido a que jamás los escuché como parte del anime. Ya he comentado lo que ocurría con los videojuegos y los "segundos por frame" en mi computadora de aquél entonces.
Muchos de los discos cosechados en aquella época los conservé debido a que tenía la certeza de que en algún momento tendría una computadora capaz de reproducir videos DivX y correr los videojuegos de forma fluida. Y actualmente mi computadora tiene esa potencia, sin embargo a llegado demasiado tarde para ese propósito. Actualmente prefiero ver el anime por medio de streaming, ya que de esa forma no consume espacio en disco. Además, mi experiencia personal me ha mostrado que salvo contadas excepciones, suelo ver las cosas una sola vez, por lo que no vale la pena conservar el lastre físico que representa el disco compacto que contiene el archivo. Además, prefiero emplear discos sólo cuando es estrictamente necesario, con el fin de conservar el láser de las unidades lectoras. Con los juegos ocurrió algo aún peor, ya que varios de ellos eran juegos conversacionales en perfecto japonés, los cuales además de no correr de forma óptima en mi computadora, tampoco eran comprensibles para un servidor. Esos juegos los conservé, pues tenía fe en que en algún momento podría entender japonés y disfrutarlos plenamente. Actualmente tengo unas bases de idioma japonés, las suficientes para interpretar unas cuantas frases y enterarme del contexto general de una conversación, sin embargo es una actividad sumamente cansada. No exagero cuando digo que después de quince minutos de estar "descifrando" un juego en japonés, comienza a dolerme la cabeza.
Pues bueno, ¿Qué ha ocurrido con todo ese contenido que llegó a mis manos después de tan "arduas" sesiones de cosecha? Pues en su gran mayoría se ha ido al cielo de los bytes, sin haber sido usado siquiera una vez. Tal y como explicaba en un principio, resultó que mucho de ese contenido lo había obtenido de forma compulsiva y por lo tanto, en su momento no reparé en comprobar su calidad. Resultó que mucho de ese contenido correspondía a anime y videojuegos con un estándar de calidad mediocre.
El fenómeno que se vive en la actualidad en el mundo del anime, donde cada temporada está plagada de títulos mediocres entre los cuales sólo se pueden rescatar un par de lanzamientos no es reciente. Quizás da esa impresión pero por mi experiencia se remonta a un par de décadas, cuando los costos en la producción de la animación japonesa se redujeron, pues las casas productoras de Japón comenzaron a usar de forma masiva los servicios de maquila de los estudios de animación surcoreanos. Muchas veces se responsabiliza a los surcoreanos de la baja en el estándar de calidad del anime, sin embargo la causa real es que al reducirse los costos de producción, algunas casas productoras tuvieron la oportunidad de posicionar en el mercado productos de dudosa calidad sin que eso les representara un golpe duro a los bolsillos. Al reducirse los costos de producción, también se redujo el costo del fracaso.
Con respecto a los videojuegos, pues resultó que muchos juegos en la actualidad ya cuentan con versiones en inglés realizadas de forma oficial. Y en casos más numerosos, existen traducciones realizadas por aficionados. Esto provocó que el contenido de muchos discos se volviera obsoleto.
El resultado de la labor de limpieza arrojó cerca de 600 CD y 200 DVD, los cuales fueron destruidos. Y viendo esos números, la verdad me sentí como un idiota al ver la cantidad de dinero (en comprar los discos) y tiempo (dedicado a descargar y grabar contenido) que había desperdiciado en mi juventud. Aunque ese sentimiento desapareció casi de inmediato, pues atesoro los ratos de ocio y diversión que pasé con mis amigos. Y además la limpieza rindió otros frutos bastante curiosos, pues recuperé datos e información que había dado por perdida hace ya muchos años.
Así que, amables lectores, si tienen discos de datos viejos les recomiendo que les echen un vistazo, quizás se encuentren alguna sorpresa agradable. Y de no ser así, ganarán valioso espacio al deshacerse de ellos n_n.
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